miércoles, 23 de julio de 2008

Otra vez con las monsergas del "racismo" y la "xenofobia"

Que Esteban Ibarra tenga que hablar de racismo, xenofobia y otras absurdidades que no se cree ni él para justificar la millonada que cobra en forma de subvenciones públicas tiene un pase. A fin de cuentas ese sujeto vive de ese cuento, y cada cual defiende su negocio. Pero que la señora vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, diga que la política de mano dura italiana con la inmigración es "racismo y xenofobia" es absolutamente intolerable. Zapatero, que no es tan tonto como parecía, ha salido ya a desmentir a su lugarteniente ante el Gobierno de Italia. Y es que efectivamente, lo único que está haciendo Italia es defender sus intereses nacionales y sociales, de lo que toda Europa debería tomar ejemplo y dejarse de tanto discurso hipócrita sobre derechos humanos, solidaridad y otras tonterías que lo único que hace es perjudicarnos a todos. Una cosa es ser solidarios, y la otra, muy distinta, ser idiotas y dejarse tomar el pelo. Y parece ser que el ejemplo italiano está empezando a cundir en Europa, llegando incluso el otrora papelesparatodista Rubalcaba a calificar la inmigración de "avalancha".

La máscara de lo políticamente correcto está empezando a caer, y se intuye que a partir de ahora van a ser muchos los que empiecen a hablar claro sobre la lacra de la invasión tercermundista que sufrimos. Los gobiernos deben saber que su misión es velar por la seguridad y bienestar de SUS nacionales, y no hacer las funciones de una casa de caridad o de una vulgar ONG. La nueva tendencia empieza a detectarse incluso en el Observatorio de los Medios de SOS Racismo, Mugak, que ya recoje noticias sobre la delincuencia inmigrante en sus resúmenes de prensa, mientras que hasta hace cuatro días sólo daba cuenta de las noticias que presentan a los extranjeros como víctimas. Y es que el 40% de las noticias sobre sucesos que se puedan leer cada día en cualquier periódico tienen como protagonistas a inmigrantes, si no atracando, robando, y si no traficando, o asesinando, violando y estafando.

Todo esto recomienda dejar a un lado el discurso suicida del buenismo y empezar a llamar las cosas por su nombre, además de reconocer lo evidente: a más inmigración, más delincuencia, más tensión social y más problemas.

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