La epidemia de las violaciones en grupo cometidas por inmigrantes de todas las edades se extiende por España cual reguero de pólvora. Los violadores son cada vez más jóvenes. En esta ocasión han sido tres marroquíes de 14, 15 y 16 años los que en San Sebastián han abordado a una mujer, le han robado lo que llevaba en el bolso, y la han violado aprovechando que había bebido demasiado.
Lo grave del caso es que estos tres criminales están en un centro de menores tutelado por el Estado. Es decir, están a pan y cuchillo con cargo a los presupuestos públicos, pero sin ningún tipo de control, que les permite entrar, salir y delinquir a su antojo. Mejor que un hotel, puesto que les sale gratis. Y encima lo agradecen así, rampiñando y depredando por las calles.
La ley del Menor, encima, los protege. Y como son “inmigrantes no acompañados” no se pueden devolver al remitente. Eso según la ley de Extranjería, claro, porque poder, se puede. Sólo hace falta meterlos en un vuelo con destio a Rabat y que hagan ahí lo que quieran con estas alimañas.
Como también es habitual, la mayoría de los medios no han soltado palabra sobre el asunto, y los pocos que lo han hecho ni tan siquiera han precisado su nacionalidad. Se han limitado a decir que son inmigrantes.
Existen imágenes de una cámara de seguridad cercana al lugar de los hechos que registraron la violación. Pero este vídeo jamás lo veremos por televisión cincuenta veces al día. Ni una tan siquiera. Por el simple motivo que los delincuentes son inmigrantes, y que estos santitos delincan va contra la doctrina oficial de los sectarios que gobiernan.
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